domingo, 27 de febrero de 2011

Videncia a flor de piel en el Retiro

La videncia en la ciudad madrileña se manifiesta por doquier. Casas de brujas, locales de magia y mentalismo, anuncios publicitarios, tiendas esotéricas… ¿Pero existen estas manifestaciones en plena calle, al aire libre, en lugares públicos? La respuesta es sí. La videncia en nuestro país es una actividad legalizada, y el emblemático Parque del Retiro da buena fe de ello.

En el paseo del estanque, uno de los lugares más acogedores y transitados del parque, se mezclan en una atmósfera festiva y de paz artistas callejeros, paseantes y turistas y como no, los artistas de la videncia.
Sobre sillas y mesas plegables se sientan éstos astros de la videncia; una baraja de cartas sobre un pañuelo rojo, una bola de cristal, un cartel con sus servicios y precios y…a trabajar. Son personas de mediana edad, confiadas y seguras, la mayoría mujeres.


"Pipianne Soleil", asi se hace llamar una de estas videntes, acude al Retiro todas las mañanas sin lluvia y con aceptable buen tiempo, de lunes a domingo, aunque son los fines de semana de verano los que la traen más clientela. Lee las cartas y las manos, un arte que le enseñaron hace ya mucho tiempo, siendo ahora su única fuente de ingresos. Admite que su trabajo le encanta, acto seguido se ríe mostrando que nada oculta y que de nada se avergüenza. Afirma que acierta con frecuencia, lo que provoca que muchos clientes repitan. “Las cartas no arreglan nada, sólo informan, especialmente a corto plazo. Si las noticias son buenas las digo; si son malas, también”. Su tarifa es de 10 euros por cada tema concreto (amor, trabajo, salud…), explayándose, sin embargo, el tiempo que considera oportuno según la información que va a dar a conocer. Por último, con el mismo optimismo pero no sin cierta resignación, nos dice que la crisis se está llevando a su clientela, compuesta principalmente por gente de Madrid capital y extranjeros, siendo la gente de los pueblos la más reacia a este tipo de actividad.


Como una presencia fugaz, una mujer pasa de largo frente a la mesa de la vidente sin apenas detener la vista y murmura algo que nos indica la poca fiabilidad de la bruja. Recorre algunos metros y se detiene ante otra vidente. Nos dirigimos hacia allí para conocer a la que sí le aporta fiabilidad y confianza, según ella.

Mientras realizan la sesión, dos chicas de nacionalidad rumana de unos 20 años de edad esperan a ser atendidas, entre tanto nos cuentan su firme creencia en la videncia y cómo en su país se trata de una actividad frecuente ante la solución de problemas. Precisamente, se encuentran allí para tratar la situación de una de ellas.

Cuando termina con sus clientes nos acercamos y preguntamos porqué es una mujer que se ha ganado una fama tan reconocida en el parque, a diferencia de otros colegas situados a apenas unos metros de ella: “Hombre… Llevo 24 años en esto”, admite con una mirada algo cansada. Lo cierto es que era la única vidente a la que vimos con clientes durante nuestra visita. Sobre su mesa hay diversas barajas de cartas, ente ellas, el tarot de Bellini y, sorprendentemente, una bola de cristal. “Todos los tipos de cartas dicen lo mismo, si unos dijeran unas cosas y otros otras no tendría ningún sentido, la única diferencia es la motivación que transmite cada tarot al que lo lee”. En cuanto a la bola de cristal, explica que es un método que requiere una gran concentración y es más autónoma que las cartas. “Las cartas responden a preguntas concretas. La bola de cristal va por libre. Puede decirte cosas que no has preguntado o que en ese determinado momento no interesan”. Para ella, la eficacia de cualquier método depende de la experiencia y el conocimiento de la persona que los realiza. Con un aire de tristeza recuerda cómo al principio todo tipo de videntes creían en una unificación del gremio, dándose cuenta después, de que aquel era un hecho inviable. "La rivalidad, la ambición insana, la envidia..." existen hasta en los campos más insospechados.

Para finalizar nos habla del interés que le había suscitado desde niña ese mundo. En Asturias, su pueblo, acudía a la casa de una mujer que leía las cartas. Estaba prohibido. “Eso era, el morbo de lo prohibido”, nos confiesa con una mirada cómplice y una sonrisa pícara.


Al atardecer, las videntes recogen sus cosas y emprenden su camino regreso a casa, a sabiendas de que, a la mañana siguiente, volverán a tratar sus cartas y a acariciar el cristal de sus bolas, transmitiendo informaciones de vidas ajenas, vidas que constituyen la razón de ser de su trabajo.










1 comentario:

  1. En esta especie de todo de tarot puedes encontrar videntes http://www.unvidente.com/Tema-videntes-barrio-del-retiro-madrid por si no se tiene ganas es bastante cómodo llamar la verdad

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